viernes, 30 de mayo de 2025

Mía en Molino Rojo

Febrero del 2025

Hacía ya algún tiempo que se escuchaba en el bajo mundo la presencia de Mía, una niña que decía tener 18, pero sinceramente se veía de menos, estuve dos veces con ella, la primera vez fue un trío, pero se cohibió demasiado, así que por esta ocasión, no describiré el trío, solo la vez que, estuve con ella hora y media.

Había hecho previa cita, ella siempre estaba ocupada, pero en realidad no se respetó pues cuando llegué, ella estaba ocupada, sin embargo, al cabo de unos minutos dejo al cliente con el que estaba para irse conmigo.

Mía era una chica chaparrita, vestida como cosplay de algún anime japones, era petit, pelo castaño, labios carnosos, morena y una inocencia que se le notaba de solo verla, unos pequeños y bien formados pechos, aunque quizá les faltaban aun formarse del todo. La tarifa fue de 700 pesos por una hora.

Apenas entró, yo me di un regaderazo y ella me espero sentada en el camastro, salí con mi toalla y de inmediato empecé a manosearla, pasaba mis manos por su espalda, sus pechos, sus nalgas, mientras la iba desvistiendo, yo estaba sentado en el camastro, así que ella me quitó la toalla y empezó a masturbarme, ya completamente desnuda, se subió al camastro y comenzó a hacerme un oral, la verdad ese oral dejo mucho que desear, le faltaba experiencia, pero si pude llenar mis manos con sus pechos, cuyos pezones apuntaban hacia abajo por la gravedad y se movían al ritmo de la mamada, yo pude masajear por un buen rato esos pechos. 

Cuando por fin decidí que era el momento de la embestida, la recosté en el camastro, espaldas planas y yo de pie comencé a penetrarla, ella lanzó unos gemidos, que fueron rápidamente silenciados por mis besos en la boca que le di, obviamente antes de eso le pague la tarifa del extra que eran los besos, tampoco sabía besar bien, pero el besar esos labios tiernos hacían que el pene se excitara aún más, después de un rato de estar con las embestidas, los gemidos y los besos, me dijo que lo hiciéramos en el piso, así que tiramos la colchoneta del camastro al piso y continuamos con la faena.

Primero yo de espaldas planas, ella se montó encima de mí y comenzó a cabalgar, la escena era muy placentera, veía como los pechos se movían al compás de su cabalgata, se mordía los labios, y apretaba mi pecho, tenía uñas largas pintadas de blanco y dejó arañazos en mi pecho, mis manos iban rápidamente de sus pechos a sus nalgas, las cuales apretaba fuerte y daba algunas nalgadas mientras sus gemidos ya hacía eco en la habitación, hasta que me pidió que cambiáramos a la posición de misionero.

La penetré despacio, asegurándome que entrara todo mi falo en ella, pero sin prisas, conforme entraba, ella gemía más y más, una vez que estuve totalmente dentro de ella, me quedé ahí un momento, mientras ella arañaba mi espalda, comencé a moverme lentamente, sus piernas estaban en mi espalda y mis manos, una en su pecho y otra apretando sus nalgas, sus gemidos debieron oirse hasta la recepción y eso hizo que me excitara aún más, estaba decidido a prolongar el mayor tiempo posible ese placer, fueron a tocar porque el tiempo ya se había acabado y ella apenas pudo articular un: "ya voy", me dijo que no hiciera mucho caso, que siguiera el ritmo, que ya era más rápido, hasta que por fin termine, me pidió que no me quitara, que la abrazara un momento y así lo hice, hasta que por fin me quité, nos cambiamos y salí de ahí.

Volví después, pero Mía ya se había ido y le perdí el rastro, pero es sin duda la mejor de las cariñosas con las que he estado



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